Lo que no cubrían los medios oficiales era que las protestas no pedían exclusivamente la salida de los dictadores y sus dinastías del poder sino el cambio estructural de la economía y en no pocas oportunidades una apertura cultural, como el caso egipcio, liderado por valientes mujeres cansadas de la opresión patriarcal de las conservadoras culturas arábigas. Y es que al injusto reparto de la riqueza, se suman las consecuencias de la crisis internacional que ha llevado a la zona del Magreb a constatar un alza en los precios de los alimentos cercano al 80% y un alza sostenida en el desempleo producto de la contracción de las economías europeas (principales compradoras de sus productos). Esto invita a reflexionar sobre la relación que esta zona del mundo ha establecido con las potencias mundiales a lo largo de la historia, desde un período de configuración socio-cultural que dio luz a las tres mayores religiones monoteístas del mundo (musulmana, islámica y cristiana) y que estuvo marcado por las guerras imperialistas por el control de las rutas comerciales hacia oriente y el control del fértil Valle del Nilo. Luego, el control territorial del colonialismo europeo dio paso a la interminable espiral de conflictos, cuya raíz es el control sobre la enorme reserva de petrolera del medio oriente, combustible que mantiene viva la maquina capitalista mundial y que es la principal causa de las guerras e invasiones de la actualidad.
Intervencionismo “democrático”
En esa línea, el actual conflicto ha sido la oportunidad para que los EE.UU. y Europa limpien su imagen ante los pueblos árabes, que poca confianza ven en la “democracia occidental” a raíz de las guerras de Iraq y Afganistán. Así, el conflicto es abordado por las potencias occidentales de la forma tradicional, es decir, invadiendo el territorio con una excusa humanitaria, como el trágico ejemplo de la OTAN en Libia, pero escondiendo sus reales intereses de cuidar sus inversiones e intereses económicos en los mercados del oro negro y del flujo de mercancías (como el Canal de Suez en Egipto). Es así como la estrategia geopolítica de dichas potencias fue la instalación de regímenes de transición, que aseguraran una ordenada salida “democrática” a la revuelta de los pueblos árabes. Canalizando la iniciativa popular hacia elecciones presidenciales, que han resultado en regímenes de orientación musulmana pro-capitalista, como el caso de Libia y Túnez, y otros abiertamente controlados por el Ejército como el caso egipcio. El potencial transformador del pueblo árabe está tratando de ser contenido por estas estrategias “democráticas”, que disputan con las iniciativas autónomas y los comités populares, que al estilo de la Plaza Tahrir lograron articular la movilización y organizar la vida luego del derrumbe de las dictaduras. Es de esperar que los pueblos árabes confíen en su capacidad de decisión y, que por el bien del Magreb, discutan los procesos de transición que pretender transformar en invierno esta hermosa primavera árabe.
Escrito por Germen.
Extraído desde: Revista anarquista Kiebre