Cuesta ciertamente emitir algún comentario crítico hacia algunas manifestaciones de la risa en las relaciones y conductas humanas, esto porque tal acción ha sido categorizada siempre como sinónimo de salud y relaciones sanas, es posible que en la mayoría de los casos y en términos simples la risa sí sea efectiva para mantener y desarrollar vida saludable en el individuo que sonríe. Pero lo que queremos analizar críticamente no es la risa en sí misma, puesto que también nos resulta favorable en términos existenciales, sino algunas motivaciones subjetivas y conductuales que puedan llevar a sonreír, especialmente la burla y la humillación.
La escuela, las dinámicas y relaciones de socialización forzada que ahí se ejercen favorecieron a que los burlones, y sujetos (pueden ser profesores o alumnos) que someten a otros a través de la humillación en edad temprana obtuvieran cierto estatus y reconocimiento de los demás, esto sólo vendría a agudizarse en edad futura, es así cómo del caso especifico al hecho generalizado, la burla y la humillación siempre resultaron ser la actividad que más risa generó, y el burlón y humillador el que más reconocimiento social recibió.
A pesar de lo compleja que es la subjetividad humana, podemos entender el porqué de ciertas personalidades, como por ejemplo la introversión de las personas, quienes en su mayoría siempre resultaron ser sujetos que fueron víctimas y estuvieron expuestos a la burla, la humillación de sus padres, profesores, amigos y otros agentes sociales, además por supuesto de la risa generalizada y cómplice de quienes participaron pasivamente en la actividad burlesca.
En la sociedad hipócrita, y con esto queremos decir nutrida de relaciones falsas, alienadas, delegadas y representadas, especialmente en la juventud, la necesidad de estatus y reconocimiento es algo constantemente presente, entonces el afán de sorprender en diversos contextos entre sujetos sociales pareciera ser la guía para vivir en la sociedad, lo que genera dinámicas dónde los burlones, autoritarios y humilladores nuevamente parecieran triunfar, lo que por supuesto nos mantiene pesimistas.
Por otro lado, nuestro optimismo es a partir de la construcción subjetiva de nuevas practicas entre los individuos, las que requieren abolir conductas autoritarias que sometan a otros, independiente que tal sometimiento no sea materializado. Entonces la abolición de la burla y la humillación, así como de la risa generalizada motivada a partir de estas es una necesidad de la anarquía.
Publicado en El Amanecer, nº26 , Noviembre 2013.
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