“Para el hombre, estar vivo equivale a participar en un amplio sistema mundial de comunicación”
(Wiener, 1948)
Una consecuencia inminente de la pandemia covid-19 es la consolidación de sistemas virtuales en la vida de las personas, hipótesis cibernética. La filosofía cyberpunk tanto en la literatura como el cine de ciencia ficción ya han adelantado este posible escenario, donde la realidad social son relaciones de ficción a partir de un intercambio virtual de recursos, saberes y demás. El uso de tecnologías desde un punto de vista anárquico no es totalmente negativo (no así la construcción de identidades virtuales) porque somos nosotrxs mismxs quienes hemos utilizado estas herramientas para la difusión de nuestras posturas y además la liberación de saberes, pero el problema radica en el orden de los estados en principio de estas mismas realidades cruzadas por lo virtual y lo ficticio, ya que su consolidación es en función de la crisis sanitaria y un estado policial permanente que impide el desarrollo de las libertades individuales negadas a partir de un poder soberano bajo el saber médico hegemónico, como si estuviésemos dispuestos a perderlo todo con tal de no contagiarnos, como si estuviesemos dispuestos a transmutar toda nuestra vida social a las tecnologías, como si no hemos estado en este punto histórico suficientemente vigilados.
“El progreso tecnológico se permite solo cuando sus productos pueden aplicarse de algún modo a disminuir la libertad humana.” (1984, George Orwell)
Ya ciertas cabecillas burguesas del movimiento LGBT han adelantado su clásica marcha de orgullo gay de forma virtual, como si esto fuese posible, como si todo el plano social fuese llevado a la ficción, ahí en ese cruce va nacer un escenario que al desarrollarse por una crisis planetaria profunda, servirá también para la fortificación de dispositivos de control y vigilancia virtual, por supuesto apoyados por la masa-ciudadanía también como una cierta estadística virtual. En todo caso los falsos críticos argumentarán que con las redes sociales nunca estamos solos o si.
Sobre el coronavirus, el filosofo Giorgio Agamben ha desarrollado una serie de reflexiones polémicas, pero si ha dado en el clavo en esta entrevista: «Lo que me preocupa no es sólo el presente, sino también lo que vendrá después. Así como las guerras han legado a la paz una serie de tecnologías nefastas, de la misma manera es muy probable que se buscará continuar, después del fin de la emergencia sanitaria, los experimentos que los gobiernos no habían conseguido realizar aún: que las universidades y las escuelas cierren y sólo den lecciones en línea, que dejemos de reunirnos y hablar por razones políticas o culturales y sólo intercambiemos mensajes digitales, que en la medida de lo posible las máquinas sustituyan todo contacto —todo contagio— entre los seres humanos.»
Lo que ha demostrado la revuelta en Estados Unidos es la necesidad imperante de quemarlo todo, la miseria cada vez es más fuerte, los estados policiales se fortifican y crean permanente control, controlan las tecnologías, vigilan y castigan. No es posible negar la gravedad del covid-19, pero tampoco puede ser la excusa perfecta del capitalismo mundial integrado para el viejo sueño… la sociedad de androides. Organizarse, potenciar los afectos, cuidarse, generar redes, y volver a pensar en términos de revuelta.