La figura del ídolo es la conversión de un ser o figura (de cualquier tipo) a la posición de figura ideal, la figura de esta personalidad idealizada no es un ser cuyo carácter es alcanzable, sino que dada su condición de calidad otorgada, se le asimila como la sostenedora de un nivel inalcanzable.
La idolatría enceguece, anestesia las mentes.
Se asimila el camino del ídolo, como un sendero el cual recorrer, sin asimilar las diferencias existentes entre ambos. En los caminos-fetiches se pierde la autonomía de cómo vivir nuestras vidas. Perdemos el interés de descubrir las sensaciones que nos ofrece el placer de una existencia salvaje.
La idolatría es el elixir de las cabezas agachadas, individuos no determinantes sino mas bien determinados. La idolatría no es más que la ambrosia de las masas.
No somos ni queremos ser rebaños. Nos asquea aun más la condición de convertirnos en pastores, es mas deseamos deliciosamente degollar a todos los pastores, no nos importan si están dentro de una iglesia, un concierto, una familia, o en una asamblea “libertaria”, no nos importa.
Los idolatras anhelan órdenes, marcos, senderos por donde moverse. Los idolatras esperan órdenes emanadas de bocas ajenas, o las palabras de libros escritos a sangre, en nombre de sus ídolos enceguecidos.
Lxs salvajes no tenemos ídolos, es más los tuvimos para luego incendiarlos vivos, los degollamos, bebimos su sangres, tal como ellos bebieron de nuestra libertad.
No queremos ídolos (no nos importan si los llaman Dios o Severino Di Giovanni).
No queremos seres superiores tal cual no los somos ante nadie.
Determinante y no determinados.
Mata tus ídolos.
Tomado desde: amantes del fuego.