Liberar la vida no es algo abstracto. Deleuze piensa que la literatura libera la vida gracias a la creación de personajes. El capitán Ahab, Martín Edén, Robinson Crusoe, Alicia, Medea, Fedra, por citar unos cuantos. Estos personajes no han sido creados sacándolos de la vida real, sino que son fruto de la invención de los escritores, son fantásticas potencias de vida, gigantes de la vida: su misma existencia es ya resistencia frente a la imbecilidad y la vulgaridad.
La filosofía también tiene la función de resistir frente a la imbecilidad y la vulgaridad. La propuesta de Deleuze para liberar la vida del lenguaje del ser y de los juicios trascendentes se podría expresar en forma de tres acciones: borrarse, experimentar, hacer rizoma.
Borrarse quiere decir difuminar en nosotros el universal o la especie a la que pertenecemos: “hombre”, “blanco”, “occidental”. Nuestra identidad está formada por los contornos fijos, las líneas duras del ser. Para que la vida circule y devenga hay que poner el movimiento el territorio, emprender líneas de fuga, desterritorializarse. Convertirse en nómada. Pero el nómada no es el exiliado, no es aquel que debe abandonar su territorio, sino que es aquel que está continuamente moviéndose porque justamente lo que no quiere es abandonar su territorio. Continuar leyendo «El deseo según Deleuze»