Pero los montajes existen. Es una ingenuidad creer que pensar el pasado sacará de las cárceles a nuestros compañeros, pero nosotros opinamos que hechos extraídos de aquel pueden constituirse como herramientas para enfrentar los desafíos del hoy. Y es que, como han dicho por ahí, la historia no se repite, pero rima. Viajaremos brevemente al año 1920 y nos detendremos en uno de los montajes construidos sobre los anarquistas. Los actores y el contexto se han modificado bastante, mas no la confrontación que motivó estos episodios y las comedias levantadas por el Estado y la prensa de masas para acabar con los antiautoritarios. Conste, que no se trata de limpiar la imagen de los anarquistas o presentarlos hoy como blancas palomitas, pero las acciones se asumen, las mentiras no.
EL AÑO 20
1920 fue un año agitado en la región chilena. Primero que nada, se hallaba en su cenit el período que se identifica comúnmente como el de “la cuestión social”, una época de transición de economías tradicionales a economías de mercado, cuyos rasgos mas visibles o recurrentes a la hora de hablar de aquel tiempo, son los conventillos, las muertes prematuras, la cesantía, la desprotección laboral, las jornadas de trabajo excesivas (hasta de 16 horas), el pago en fichas en lugar de dinero, etcétera. Entre 1917 y 1921 se dio un contexto de manifiesta agitación social, particularmente a causa de un nuevo ciclo de crisis salitrera, así como también por el encarecimiento de los bienes de primera necesidad. Por lo segundo hubo manifestaciones de dimensiones desconocidas hasta entonces, puesto que no solo sectores “ideologizados” se sumaron a la protesta, sino que también gentes sin inclinación política definida y parte de las emergentes clases medias.
Por otro lado, en julio de 1920 se eligió presidente al mesocrático Arturo Alessandri, el primer candidato que hizo su campaña en las plazas y estaciones, entusiasmando a las multitudes y sobre todo a los sectores populares. Era la esperanza para quienes lo siguieron, una amenaza para la oligarquía explicita en el poder, y una farsa para comunistas y anarquistas, aunque no faltaron algunos individuos de estos sectores que se plegaron al carro de la victoria.
Por último, a principios de ese año se reanimaron los resquemores nacionalistas contra Perú (y viceversa) por Tacna y Arica, provincias originalmente peruanas pero que después de la Guerra del 79 quedaron bajo control chileno. Y de hecho, en julio de ese año se movilizaron 15 mil reservistas a la frontera norte para hacer frente a un supuesto complot de Bolivia y Perú contra Chile.
Estos tres elementos constituyen, a nuestro juicio, los rasgos mínimos para lograr entender el contexto en que se desarrollaron los hechos que referiremos.
LOS ANARQUISTAS
Los anarquistas entonces tenían presencia en casi todos los gremios, siendo particularmente influyentes entre zapateros, trabajadores de imprentas, carpinteros, panaderos, y en las labores de puerto como estibadores (cargadores) y lancheros. En diciembre de 1919 habían constituido la sección chilena de los Industrial Workers of The World (Trabajadores Industriales del Mundo – IWW). Esta central que en al región chilena se identificó con el anarcosindicalismo, aglutinó a varios gremios (aunque no a todos aquellos con preponderancia anarquista); además tuvo uniones locales en varias localidades, desde Iquique hasta Corral. Paralelo a ello los ácratas poseían diversas formas de expresión cultural, destacándose su prolijidad en medios de propaganda escrita. Había periódicos en casi todo el territorio y cada uno estaba conectado con la mayoría de los medios afines de otros puntos y del extranjero. El Surco en Iquique, Mar y Tierra y La Batalla en Valparaíso, Acción Directa y Verba Roja en Santiago, eran los mas conocidos.
EL PROCESO CONTRA LOS SUBVERSIVOS Y EL MONTAJE DEL AÑO 20
En julio de 1920 se decretó la movilización de los reservistas a la frontera norte, como ya hemos indicado mas arriba, para enfrentar un supuesto complot por parte de Perú y Bolivia. Varias organizaciones sindicales revolucionarias, así como los estudiantes de la FECH, no se plegaron al llamado belicista apelando al internacionalismo. Eran enemigos de la guerra. Producto de ello el local de los estudiantes fue asaltado a plena luz del día por una turba de nacionalistas (“futres y rotos”) el 20 de julio; por su parte, el local de la Federación Obrera de Magallanes en Punta Arenas fue quemado con gente adentro por las ligas patrióticas y las autoridades locales. Estos y otros similares episodios se aglutinan en lo que se conoce como “La Guerra de Don Ladislao”, nombre que hace referencia al ministro de Guerra de entonces, Ladislao Errazuriz.
El 21 de julio comenzó la persecución a los libertarios allanándose varios locales de la IWW. En los operativos llevados adelante en Valparaíso la policía “encontró” cartuchos de dinamita en la sección local de la organización. Al otro día y en Santiago se estableció un proceso contra la IWW por asociación ilícita y terrorista, investigación que se hizo extensiva para los demás anarquistas criollos. Era el proceso a los subversivos (1). Los sindicalistas fueron apresados y desde distintos puntos del país enviados a la capital siguiéndose¬les juicios y expulsando a los extranjeros comprometidos con las organizaciones anarquistas o socialistas (2). Cerca de 150 sindicalistas y estudiantes fueron apresados. Inmediatamente la prensa de masas dio la voz de alarma, señalando que la IWW era una organización terrorista pagada por el oro peruano para sembrar el caos en Chile. Había que castigar a los antipatriotas. Los prisioneros fueron tratados de forma brutal, ejemplifica aquello el que al menos dos se volvieron locos en sus celdas, el obrero Isidro Vidal y el poeta José Domingo Gómez Rojas. Este último moriría en pleno proceso el 29 de Septiembre. Con sus compañeros presos, los que quedaron libres se dieron a la tarea de construir la resistencia. Clandestinamente salieron a la luz Mar y Tierra y Acción Directa. Otros reorganizaron los “comités pro presos por cuestiones sociales”, colectividades que coordinaban actividades para reunir ayuda para los encarcelados. También hubo paros solidarios en Chile y gestos similares en el extranjero. En Valparaíso, por ejemplo, se decretó la huelga general el 17 de enero de 1921 para sacar de la cárcel a Juan Onofre Chamorro, secretario de la IWW en el puerto. Y en Estados Unidos, wobblies empleados de hoteles, se negaron a atender a cualquier “burgués chileno”. La represión repercutió en la proliferación de expresiones de solidaridad. La prensa de masas explotó el patrioterismo chileno y durante meses aseguró abiertamente las inclinaciones terroristas y “peruanas” de los IWW.
Pero todo el proceso contra los subversivos quedó en nada cuando se “descubrió” que todo había sido un montaje. La dinamita de Valparaíso había sido mandada a poner mediante dos delincuentes por Enrique Caballero, capitán de la policía de aquel puerto. Como sucede en estos casos, no hubo condena para este funcionario del Estado y la prensa no rectificó sus difamaciones infundadas. Y como se “descubrió” además que tampoco trabajaban para el Gobierno peruano, los anarquistas fueron absueltos en su totalidad. La vida de Gómez Rojas, la salud de Vidal, los meses de prisión para decenas de sindicalistas, las imprentas destruidas, las familias sin sustento, los gastos de defensa, todo eso y más, nadie lo devolvía. Era, quizás, el precio de ser coherentemente anarquistas.
CONTINUIDADES, CAMBIOS Y URGENCIAS ABIERTAS
Hay continuidades y diferencias que es preciso remarcar para que esta historia nos resulte útil hoy. Entre las primeras hayamos la represión estatal, el cerco mediático con las mentiras elaboradas por la prensa de masas, el montaje policial mediante el cual se pone en locales anarquistas explosivos para luego procesarlos. Hay continuidad también en la prisión e incomunicación de los compañeros, y afortunadamente, en el deseo de crear instancias de denuncia y solidaridad para con los presos.
Pero en donde más debemos pensar es en las diferencias. La más visible e importante, quizás, está en la capacidad de presión con la cual contamos para liberar a los presos. Hoy los mismos no cuentan con el respaldo de organizaciones laborales que con el uso de la huelga puedan acelerar su libertad, como otrora ocurrió en no pocas ocasiones. Aunque y en todo caso, el sindicalismo actual –legalitario y burocrático- solo hace paros económicos para beneficiar a sus gremios, lo cual en sí no es malo si se trata de arrebatar migajas de las riquezas patronales, pero ya no se movilizan por causas que no les afecten directamente.
¿Qué hacer, cómo acortamos el tiempo tras las celdas de los presos políticos en general? Es cierto, contamos con la imaginación, con los brazos de varios compañeros, con páginas web y periódicos, con afiches, rayados, con lienzos, con asesores legales afines, con actividades para recaudar fondos; pero no tenemos capacidad de presión callejera, no tenemos convocatoria, somos pocos. Y si bien ser mayoría no garantiza nada, ni siquiera la libertad, creo que debemos tener presente esta trascendente realidad, este problema, a la hora de bregar por nuestros presos. Enérgica arma usan quienes han decidido acudir a la huelga de hambre, nuestra tarea es romper el cerco mediático para darla a conocer. Pero debemos intentar imaginar nuevas y mejores formas para liberar a los compañeros y sobre todo para constituirnos en una amenaza de verdad y no solo en el fantasma de la misma. Porque sabemos que somos mucho mas de lo que vende la prensa, y muchos menos de los que ésta hace creer que hay. El Estado y la prensa seguirán haciendo montajes, y cada día se perfeccionarán más aún. Nosotros no podemos seguir a la defensiva y solo “denunciando”, sabemos como actúan, suicidio sería esperar y siempre aplicar las mismas acciones. Hay que imaginar, crear, hay que experimentar.
*Citas:
(1). En diciembre de 1918 se aprobó en Chile la Ley de Residencia, que facultaba a las autoridades para expulsar del país a cualquier extranjero que sostuviera públicamente valores contrarios a la nación. Los anarquistas, por supuesto, cabían en esta categoría.
(2). En diciembre de 1918 se aprobó en Chile la Ley de Residencia, que facultaba a las autoridades para expulsar del país a cualquier extranjero que sostuviera públicamente valores contrarios a la nación. Los anarquistas, por supuesto, cabían en esta categoría.
Referencias:
•Mario Araya, Los wobblies criollos. Fundación e ideología en la Región chilena de la Industrial Workers of the World
– IWW (1917-1927), Tesis de Historia, Arcis, 2008
•Peter De Shazo, Trabajadores urbanos y sindicatos en Chile, 1902-1927, DIBAM, 2008
•Julio Pinto, Desgarros y utopías en la pampa salitrera, Lom, 2007
•René Millar, La elección presidencial de 1920, Universitaria, 1981
•Víctor Muñoz, Armando Triviño: wobblie. Hombres, problemas e ideas del anarquismo en los años veinte, Quimantú, 2009
Escrito por Manuel de la Tierra | Análisis – Histórico.
Publicado en El Surco, nº19, Septiembre 2010
Vaya! No sabía que en Chile se sembraba la idea de un complot de Perú. Curioso.
Vaya! No sabía que en Chile se sembraba la idea de un complot de Perú. Curioso.