Hablar de la depresión y el suicidio seguramente nos sugerirá ir a la raíz de estas problemáticas que han invadido masivamente a la sociedad moderna, pero sobre esto les hablaremos en otra ocasión. Ahora nos gustaría comentarles sobre una triste realidad que ha perseguido a los anarquistas durante toda su historia conocida. Es un hecho que quien elige un camino de rebeldía y lucha contra lo que le oprime o considera injusto, se enfrentará a innumerables dificultades y dolencias, mucho más que el esclavo obediente que se ha resignado al camino más cómodo. En este sentido, muchos compañeros y compañeras anarquistas han adquirido innumerables dolencias emocionales y trastornos de salud mental a causa de los problemas que la lucha contra la autoridad ha ido acarreando; nos referimos a los accidentes en acciones de revuelta, a las detenciones, a los encarcelamientos, al rechazo muchas veces familiar y también porque no decirlo; a la soledad.
Aunque los anarquistas nos presentamos al mundo como individuos deseosos de postular y practicar el amor, el apoyo mutuo y la libertad en nuestras vidas, la verdad que la práctica nos ha ido diciendo que la mayoría nos encontramos contaminados con las conductas y males de la sociedad, es así como estamos inmersos en lo mismo que genera los suicidios y la pobreza emocional; un mundo de mentiras basado en la angustia, las exigencias, las presiones, en el egoísmo y en el individualismo en el mal sentido de la palabra.
Casos conocidos por algunos han sido los suicidios de compañeros anarquistas como el poeta José Domingo Gómez Rojas (1896-1920) o el antimilitarista Julio Rebosio (1896-1920) quienes tras haber sufrido la violencia estatal, el encarcelamiento, sumado a la pobreza económica y los problemas dentro de sus relaciones afectivas, terminaron muriendo en vida con serias problemáticas mentales que desencadenaron en depresión y posterior suicidio.
Creemos que es más que una necesidad como anarquistas plantearnos una autocrítica si nuestros postulados tales como el amor o el apoyo mutuo realmente los llevamos a la práctica; nosotros creemos que no, por lo menos no mayoritariamente, puesto que de no ser así, no tendríamos compañeros con depresiones y al borde del suicidio.
Escrito por Difusión Libertaria Chillán.
Publicado en El Amanecer, nº18 , Marzo 2013.
«Hablar de suicidio es hablar de vida», no de muerte, efectivamente, concuerdo con el punto tratado, el enfoque debe ser orientado a nuestras acciones diarias, pero no solamente idealizadas, si no que también, hacia aquellas concretas con las cuales enfrentamos al mundo, enfrentamos las situaciones que nos generan estrés. Un depresivo tiene más posibilidades de caer en esta resolución debido a sus condiciones internas predisponentes, pero nosotros, los que «no sufrimos» ningún tipo trastorno o alteración mental, tampoco estamos muy distantes del suicidio, es decir, en teoría, todos somos potencialmente suicidas y eso dependerá de nuestras capacidades emocionales y cognitivas con las que nos enfrentemos al mundo y hacia aquella angustia (de la que bien mencionan), y como manejemos las frustraciones. El suicidio (o la ideación suicida) no es una enfermedad y por lo tanto no debe ser tratada como tal, aquí el primer error, ya que todos, en algún momento de nuestras vidas hemos pensado en el suicidio, y no por eso nos da un riesgo suicida elevado, lo importante está, en saber autoevaluarse y reconocer si realmente este pensamiento puede llegar a mayores, y en ese caso, jamás intentar salir solo, si no que, humilde y sencillamente, apoyarse en aquellas personas cercanas y amadas en las cuales confías, buscando ayuda o contención.
la autocritica individual y colectiva deberia ser una tarea diaria para sustentar la practica de nuestros ideales,considerando que son estos los más utopicos del pensamiento humano, desde luego debemos estar atentos a ser solidarios con nuestros hermanos, y apoyarnos mutuamente para que no caigamos en frustración, debemos buscar la felicidad y llenarnos de amor en cada instante de nuestra lucha.Fuerza compas¡¡¡¡