El show de Truman parece narrar una historia sencilla y directa, pero a medida que profundizamos en el film, como en un juego de muñecas rusas, aparecen nuevos estratos significativos cada vez más interesantes.
Truman Burbank (Jim Carrey) es un treintañero normal y corriente que vive en una apacible ciudad costera. Es educado y correcto con sus vecinos, está casado con una hermosa mujer y tiene un amigo íntimo con quien compartir sus pensamientos e inquietudes entre latas de cerveza. Y aunque su vida parece un apacible remanso de satisfacción, dos trágicos acontecimientos han marcado la vida de Truman: la muerte de su padre, ahogado en el mar, y un breve romance con Sylvia, una chica que apartaron de su lado y de la que sigue enamorado pese a su matrimonio con Meryl. Además, Truman presencia ciertos acontecimientos, como la caída de un inmenso foco desde el cielo, una emisora de radio que describe sus movimientos, unos transeúntes que deambulan en círculo alrededor de su casa como si estuvieran haciendo de extras en una película o el hecho de que su esposa hable como si estuviera anunciando un producto en un spot publicitario, que le hacen entrar en cierto estado de paranoia. Todas estas piezas que no encajan en el puzzle le llevan a sospechar que su vida es una gran mentira, y todos los que le rodean no son más que actores que desempeñan un papel. Pero esta sensación, que todo el mundo puede experimentar alguna vez a lo largo de su vida, en el caso de Truman, adquieren un significado literal. Truman es el protagonista de un programa de televisión, un reality conocido como EL show de Truman.