Cuando hablamos de «facho pobre» hablamos del ciudadano que defiende el orden capitalista imperante, aquel que se arrastra frente a un patrón abusador (todos los patrones son nuestros enemigos), aquel que delata o conspira contra sus compañeros de trabajo en la fábrica moderna, aquel que vota por quienes nunca serán como él, aquel que defendió al tirano en la imposición del modelo, aquel que defiende el modelo mismo, aquel que desmitifica la lucha de clases, que no reconoce ni le interesa reconocer la historia, aquel que que busca la normalización del estado policial en pos de la seguridad de sí mismo por sobre el interés colectivo, en otras palabras quién defiende la construcción de la ciudad-cárcel. Contra el fascismo ciudadano la revuelta deberá atentar de igual forma. No estamos dispuestos aguantar discursos y practicas que defiendan la sociedad capitalista. Porque ninguna forma de «respeto» fascista será excusa para validar a quienes incitan y promocionan la explotación. Ellos aunque sean de nuestra clase son nuestros enemigos, y mejor que no se topen en nuestro camino. Que haya esclavos felices no justifica la esclavitud.
Una de las cuestiones fundamentales para la guerra social es abandonar el romanticismo revolucionario, esto implica acoger cierto materialismo intelectual para que nuestros discursos sean de acuerdo a los contextos actuales, por ejemplo defender la idea de respeto por el pueblo a priori es simplemente no entender nada. El pueblo está profundamente despolitizado y no son niños, nuestra causa revolucionaria lógicamente debe difundir la abolición del capitalismo a través de todas las formas posibles, pero siempre en el pueblo estarán enemigos, queramos o no. Es necesario identificarlos y no acoger términos morales con los cuales siempre se nos ha querido reprimir. Que la revuelta estalle, quiéranlo o no.
EL MÁS COBARDE ES EL QUE DEFIENDE EL AMO.