La sangre de nuestros hermanos ha vuelto a ser derramada. La noche cae sobre la ciudad de Santiago y la luz de mi celda está apagada, siendo iluminada solo por la pantalla del aparato de televisión. Me asomo por la ventana que da hacia el pavimento de la ciudad y sacando la cabeza trato de mirar por entre los barrotes hacia Pudahuel. La fábrica de opinión pública ha difundido en el noticiero de la noche, el rostro de nuestros compañeros detenidos tras un supuesto asalto frustrado a una sucursal bancaria. Las imágenes han mostrado el cuerpo inerte de nuestro hermano y a un miserable general de carabineros felicitando al vigilante que mato a Sebastiàn Oversluij.
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