Respecto a la familia, el anarquista se halla en profundo desacuerdo con las ideas dominantes, las cuales basan aquella sobre bienes con gran frecuencia puramente circunstanciales y que conceden al padre una autoridad tiránica, como la de dirigir la educación del niño, inclinándole a una carrera dada, falseando las más de las veces su por venir intelectual y moral. Casi todos los padres tienden a ser de sus hijos, considerados como otra forma de propiedad, no seres capaces de pensar por sí mismos y reaccionar contra las influencias hereditarias, no focos de iniciativas, sino fotografías y reproducciones reflejando las ideas y los gestos progenitores. Basta que un niño no sienta afinidad familiar y que a los veinte años haga gala de ideas contrarias a las aprendidas en el hogar para que sea tachado de mal sujeto y acusado de baldón de los suyos.Continuar leyendo «El anarquista y la familia»
