No quiero un veganismo donde comprar y consumir sean palabras cotidianas, donde las relaciones de producción sigan campeando a la hora de comer, vestirme, abrigarme, no quiero ese veganismo de boutique (que por más que sea vegana sigue siendo capitalista).
No quiero ese veganismo donde la comida recuerde a comer animales (ya de por sí la carne no tiene sabor, los vegetales sí lo tienen).
No quiero ese veganismo donde los ejemplos vienen de un mundo que no es mío y tampoco tuyo (o acaso sos como Pamela Anderson, Joaquin Phoenix?).
No quiero ese veganismo donde la tecnología es la que impone “productos” libres de crueldad, porque lo único que precisamos es alimentarnos de comida, no de productos.
No quiero ese veganismo donde exista el plusvalor, las fábricas, la relación patrón-trabajador, la relación amo-esclavo, la relación capital-mano de obra sea lo que prime por sobre la liberación de todas las especies animales, de la cual formamos parte.
No quiero ese veganismo de ong’s que me dicen a qué hora gritar, el qué gritar, el qué pintar, el qué pegar, a quién criticar…
Extraído del libro «Liberación animal más allá del veganismo» (2012)