Se ha consolidado el espectáculo como ideal platónico a seguir, todo se ha convertido en sus practicas y pedagogías, ni el individuo ni el sujeto ya valen, se piensa en términos de maquinaria en función de dispositivos espectaculares serviles al capital. La era más patética de la historia, el triunfo del enemigo del siglo xx, donde no hay historia. Surgen pequeños focos de resistencia, creando enclaves, manejan otros códigos, pero sus pocos números son su fracaso. Es preciso mantener el fuego encendido, no decaer con los años ni con el pesimismo ni a causa de bufones, es una necesidad ética que la resistencia prolifere sus ataques contra los los símbolos del poder. Sus aparatos represivos no son lo suficiente hábiles para aquellos que conspiran en células, cometen errores, son corruptos. Si no pensamos en términos de violencia política seguiremos perdidos, el carnaval no funciona, hasta la marcha es el espectáculo. Sin resistencia en actos estamos perdidos y miserable.
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Hacia la abolición del castigo
Los métodos de crianza, educación y disciplina que impone el sistema de la dominación y la sociedad del espectáculo (1) sobre los niños son tremendamente despreciables y violentos tanto en esencia como en práctica. Antes que nada hace falta recordar lo que nos dice la RAE sobre el castigo: “Pena que se impone a quien ha cometido un delito o falta”. Tras esto es importante aclarar que la mayoría de estas propuestas validadas socialmente van de acuerdo a las teorías del comportamiento postuladas por el psicólogo conductista Burrhus Frederic Skinner, que en términos generales proponen el “crimen y el castigo”, cuestión que ya nos invita a cuestionarnos la construcción política y social de “crimen”, la cual no tendría validez sin antes haberse construido una normalidad que pretende normalizar a todos los individuos desde su nacimiento. Continuar leyendo «Hacia la abolición del castigo»
El porqué de una sociedad tan violenta Una mirada antiautoritaria hacia la violencia en los hogares y grupos de afinidad
Es cierto que vivimos en tiempos violentos y no precisamente en el buen sentido (sí, existe un buen sentido). Es cuestión de salir a la calle, ser empujado o en el peor de los casos incluso insultado por quien apenas accidentalmente rozaste, o también podemos quedarnos dormidos por las noches con el noticiero que por muy sensacionalista que es, narra hechos de violencia domestica día tras día. Esto no es casualidad y si vamos al fondo del problema nos encontraremos con la misma raíz de todos los males que nos acechan; el principio de autoridad y una sociedad extremadamente enferma.