Todas las noches, desde lo alto de su torre, el alcalde de Gotham vocifera indistintamente contra magnates, prostitutas y psiquiatras. Promete mundos y fondos, el control y la anarquía, el pan y la clonación. Pero esa noche, antes de entrar en escena, pide un lexotanil. No puede creer lo que ven sus ojos: Marta Suplicy(1) va a asistir a la obra. El alcalde de la ciudad imaginaria no sabe qué hacer con la alcaldesa de la ciudad real: ¿protestar?, ¿competir?, ¿seducir?, ¿avergonzarse? Gotham-San Pablo tiene también un emperador muy viejo. Casi ciego, casi sordo, casi mudo, es el destinatario de voces perdidas. En vano: ni el achacoso emperador, ni el alcalde vituperador tienen algún poder sobre lo que pasa en la ciudad, todavía menos sobre el humor de los corrillos que la recorren: “Aquí hace frío” repite la moradora en su cubículo, y concluye: “¿si mañana el hoy es nada, para qué todo esto?”. Un pasajero le pide compañía al taxista, que sólo repite sus recuerdos y temores. La diva decadente busca una nota musical imposible, Ofelia sale de un tonel de agua detrás de su amado, los ángeles intentan entender dónde posarse, Josué resucitado reivindica otro orden del mundo… Palabras sin pie ni cabeza, diría un crítico; pero ellas se cruzan agónicamente en una polifonía sonora, visual, escénica, metafísica. Voces disonantes que ningún emperador o prefecto consiguen oír, ni orquestar, pero tampoco callar. Continuar leyendo «Esquizoescena, Filosofía de la deserción por Peter Pal Pelbart»